sábado, 3 de enero de 2009

"Pablo de Tarso y su experiencia del Trabajo"



"Quien quiera ser discípul@, amig@ y herman@ de Cristo, que trabaje siempre que su salud, edad y circunstancias se lo permitan"



Desde el punto de vista humano y cristiano el trabajo es una experiencia fundamental de la vida del Ser Humano y una actividad positiva que dignifica tanto al hombre como a la mujer, por ello se considera que el trabajo forma parte del quehacer Humano. Todos los bienes materiales son medios de vida y de progreso para la Humanidad. El trabajo tiene la función de “racionalizar” las cosas, y como dice el Evangelio "el trabajo es para el hombre", y no el hombre para el trabajo. El trabajo también se puede convertir en algo negativo cuando lo consideramos como una carga, o cuando se le considera como una ilusión de poder, o cuando es motivo de división y de opresión, también cuando no está bien remunerado y se utiliza para la explotación de la persona. En muchas ocasiones utilizamos el nombre de Dios para explotación laboral de muchas personas en beneficio de otras.


Para el Cristiano el trabajo tiene mucho que ver con Creatividad pues el trabajo es un acto creativo. El hombre se une a Dios-Amor y colabora en su obra de recrear el Universo, transformándolo, gozando con el producto que va saliendo. Por ello, el trabajo para los seguidores del Maestro de Nazaret no se les presenta como esclavitud, sino más bien como la misión primordial y gozosa en que se unen las fuerzas físicas con las habilidades mentales y la voluntad libre y perseverante.



El trabajo es digno del Ser Humano porque Dios-Amor actúa y trabaja (Gn 1, 31; 2, 3). Y sigue trabajando por medio de cada uno de nosotros. Dios-Amor se complace y al contemplar su obra dice que es buena. El trabajo representa un deber moral que nuestra interioridad va descubriendo, si bien no es la única dimensión de la actividad de hombres y mujeres y se debe integrar con el descanso y otras actividades formativas y en cierto sentido acompañarlo de la oración.


Santa Clara de Asís, la Contemplativa del siglo XIII, llama al trabajo "La Gracia de Trabajar". Bien podríamos preguntar hoy en nuestro siglo XXI a muchos parados que buscan trabajo si al encontrarlo no lo considerarían como "Una Gracia". En el trabajo se asienta y alimenta la vida de la mayoría de los Seres Humanos.


Pablo de Tarso lo tenía muy claro, su sentido común siempre afloraba. Para seguir a Cristo; para ser su discípulo, amigo y hermano es necesario trabajar. Como buen Ciudadano romano le gustaba cumplir con las funciones asignadas a éstos y, una de ellas era la de trabajar para no ser carga social, ser independiente económicamente, ganarse el pan con el esfuerzo del trabajo.



En el Nuevo Testamento San Pablo habla expresamente de la realidad del trabajo a las Comunidades a las que escribe. Para él es un componente esencial del Ser Humano por eso exhorta a dichas Comunidades a que trabajen como él lo ha hecho (Hch 18, 3; 20, 34; 1Co 4, 12; 1Co 9, 6; Ef 4, 28; 1Ts 4, 11; 2Ts 3, 10.12).



El libro de los Hechos de los Apóstoles (18, 1-3) nos habla del trabajo manual donde Pablo dice: "Que cuando llegó a Corinto enseguida entró como artesano en el taller de Áquila y Priscila" el término “hacedor de tiendas”, deja abierta la puerta a dos posibles interpretaciones: ¿Tejedor o trabajador del cuero? La segunda interpretación parece la más probable, guarnicionero: con la lezna y el cuchillo en la mano, Pablo trabajaba el cuero para confeccionar tiendas y otros objetos de cuero. Seguramente aprendió este trabajo de su padre. La doctrina de los rabinos obligaba al padre a enseñar un oficio a sus hijos, ejemplo de ello son los rabinos que ejercían oficios manuales: Abba Hilkia, Hillel y Shammai. Según F. Hock el aprendizaje para cortar y cocer el cuero duraba de dos a tres años. Exigía una férrea disciplina que tuvo que ocupar a Pablo a la edad de 13-15 años. Para Pablo el trabajo era un medio estupendo para entrar en contacto con la gente sencilla del pueblo y hacerles llegar su mensaje. La Misión de Pablo la hizo desde abajo, no desde el poder y con el amparo de los ricos.
Criticó mucho a otros evangelizadores cristianos que se valían de los ricos y vivían a expensas de ellos. Por otro lado podríamos caer en la tentación de convertirnos en mercaderes del templo, es decir comerciar y negociar con las cosas de Dios para sacar beneficios que atiendan nuestras necesidaes e incluso caprichos. Pablo veía que otros así lo hacían y no duda en criticarlo y cuestionarlo. Siglos más tarde, San Juan Crisóstomo también toca este tema cuando frena a su amada, compañera en Cristo, la rica dama Olimpia por dar su patrimonio tan generosamente a Obispos pero sin ningún control y sin saber como se gastaba.


En la mentalidad greco-romana la visión del trabajo era totalmente opuesta: el ideal humanista consistía en dedicarse por entero a la Formación del Espíritu, dejando el trabajo manual para los esclavos, y a estas personas se les despreciaba.






Cuando Pablo escribe a la Comunidad de Tesalónica y evocando su reciente misión evangélica en la capital de la provincia romana de Macedonia, puede afirmar que "no fue una carga para nadie, ya que trabajaba “noche y día”, es decir, desde el amanecer hasta ponerse el sol" (1Ts 2, 9). Realmente realizaba un trabajo duro, como dice el mismo pasaje: “Recuerden, hermanos, nuestro arduo trabajo y nuestro cansancio”.

El motivo de la dureza de su trabajo aparece también en (1Co 4, 12): “Nos cansamos trabajando con nuestras manos” y en (2Co 11, 27): “trabajos y fatigas; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez”.


Pablo no eludió el trabajo, escogiendo combinar la acción misionera con el trabajo manual.

En la carta a los Corintios aparecen las motivaciones, ya que renunció a que lo mantuvieran para facilitar la aceptación del anuncio del evangelio, ofrecido gratuitamente y de forma desinteresada.


Pablo tiene bien claro que él no comercia con la Palabra de Dios
(2Co 2, 17).

Con orgullo les dice a los Corintios: “Mi norma fue y seguirá siendo no serles gravoso en nada, y tan es verdad que como cristiano, nadie en toda Grecia le quitará esta honra” (2Co 11, 9b-10).

El trabajo le sirve a Pablo para ganarse honradamente la vida, evitando que tengan que mantenerle los demás y liberando así el mensaje de sospechas demasiado fáciles de interés privado.


El ideal en que se inspira es el de la autosuficiencia, como confiesa a los filipenses: "He aprendido a ser autosuficiente en toda circunstancia: sé vivir en estrechez y en abundancia; ninguna situación tiene secretos para mí, ni estar harto, ni pasar hambre, ni tener de sobra ni que me falte nada” (Flp 4, 11b-12).



En determinadas circunstancias Pablo aceptó las ayudas económicas con el fin de dedicarse a tiempo completo a la evangelización. Varias veces aceptó regalos de la comunidad de los filipenses (Flp 4, 14-16). Pero nunca quiso ser una carga a los destinatarios del mensaje durante la primera predicación y la fundación de la comunidad.


Pablo es tan contundente que llega a decir a los de Tesalónica: "Quien no trabaje, que no coma". Aplicando el sentido común y teniendo en cuenta el contexto en que lo dice Pablo no es un afirmación universal pues hay muchas personas que no pueden trabajar por razones de salud, edad, circunstancias... Pablo de Tarso había recibido quejas de la Comunidad de Tesalónica sobre la ociosidad y vaguería de algunos
de sus miembros que pretendían vivir a costa de las limosnas de otros. Ante esta iniciativa Pablo se enfada y se muestra radical escribiéndoles en su carta: "El que no trabaje, que no coma".

Pablo nuca quiso que la ayuda recibida en ciertas ocasiones, se interpretase como una relación de patronazgo y clientela entre las diferentes Comunidades y él mismo. Por ello se empeña en realzar su independencia y autosuficiencia. Siempre quiso ganarse el sustento con su propio trabajo.

Así es como se portó en Tesalónica (1Tes 2, 9) y en Corinto (2Co 11, 7; 12, 13); y lo mismo en Filipos, en Éfeso y en Galacia.



Esta es la experiencia que vivió el apóstol Pablo de Tarso respecto al trabajo y nos transmite en sus cartas lo que significó para él ganarse el pan de cada día, sin ser una carga para los demás.



Pablo de Tarso hizo una opción que aprendió de los filósofos estoicos y cínicos que no despreciaban los oficios manuales, de donde podían sacar para vivir, para no recurrir a la limosna o hacer pagar por sus lecciones. En esta línea el modelo era Sócrates, que explicaba de esta manera su opción: “¿Qué hombre más libre que yo, que no acepto ni regalos, ni honorarios de nadie? (Jenofonte, Apol 16).


También Pablo de Tarso aprendió de la experiencia de Jesús de Nazaret que trabajó como artesano de la madera buena parte de su vida.


De ambas experiencias aprendemos que el trabajo ennoblece a aquellos que lo realizan con entusiasmo y amor. No existen trabajos humildes. Sólo se distinguen por ser bien o mal realizados.

Para Pablo de Tarso la vaguería y mendicidad, el ser carga para otros no forma parte de ser un buen Ciudadano y mucho menos un buen Cristiano.


Para Pablo de Tarso el recibir prebendas entorpece el mensaje evangélico.
1.- "Valora tu trabajo, cumpliéndolo con amor y cariño y así te valorarás a ti mismo”.

2.- "Reclama lo que es justo para dignificar aquello que haces. Tu autoestima y valía mejorarán".

3.- "Fórmate, estudia e investiga para mejorar tu trabajo. Así colaboras en el avance de la Humanidad".
4.- Mira donde entregas tu dinero y si realmente se utiliza para causas evangélicas.